18 marzo 2011

Clan Destinos

Él estaba varias veces clandestino cuando se metió con la piba jovencita de las botas de gamuza azules, en la redacción del diario Noticias. Tenía una pareja 'estable' con otra mujer y el romance se convirtió en una clandestinidad adentro de otra. Esa segunda clandestinidad parecía poner en riesgo a la primera y por eso fue juzgado y des promovido de su rango revolucionario. Sus jefes políticos no los cuidaron, a pesar de que ella estaba embarazada, juzgaron que la relación era ilegítima y representaba una traición, un vicio burgués que podía poner en peligro toda la revolución. (Revolución moralista, sin espacio para esta familia ni este amor). Buscado, él no podía exponerse para asumir su paternidad legal. Clandestina y sola, ella ingresó al hospital, posiblemente con un nombre falso, a darme a luz. Meses más tarde y fuera de término, me anotó en el registro nacional de las personas como madre soltera, y por esas cosas (supongo) de la clandestinidad, no me asignaron ningún número que me identificara como al resto de las personas. Sin número, una beba clandestina, hija de un papá clandestino, sin vínculo legal, pero chocho y con babero. Soñando un futuro grande y luminoso. Soñando con el  día en que podríamos llevar el mismo nombre que nos identificase como parte de la misma familia. Soñando con el día en que dejaría de hacerse llamar Ortiz, Mouriño o xxx para volver a ser él mismo. Urondo, pensador, escritor, poeta, periodista, hijo de sus padres, padre de sus hijos.

Hasta que la revolución fuera hecha, nada volvería a la normalidad.

Hasta la victoria, no podríamos ser una familia de verdad.

Nunca pudieron prever lo que ocurriría ante la derrota.